Los descendientes de Jacob vivían
felices en Egipto con el permiso del faraón.
Pero llegaron nuevos faraones que
convirtieron a los hebreos en sus esclavos;
los sometieron a trabajos muy
pesados e incluso no les permitían tener hijos varones.
Pese a ello un niño hebreo, Moisés, consiguió ser salvado por una
princesa egipcia.
Cuando fue mayor se dedicó a proteger a sus hermanos de raza
y
por eso tuvo que huir del país.
Se escondió en el desierto. Allí se casó y se dedicó al pastoreo.
Cierto día recibió la orden de
parte de Dios para que ayudara a liberar
a su pueblo de tal esclavitud.
Se presentó, entonces, ante el faraón para pedir la liberación de
su pueblo, pero ante la negativa del gobernante, Dios castigó a
Egipto con infinidad de plagas. Finalmente, después de la muerte
de los primogénitos de los
egipcios, ordenada por Dios, el faraón